Frutas protegidas del aire, regadas a diario, cuidadas con esmero: ven que no darán más fruto que lo que llevan dentro; notan que, al mirar a su alrededor, el bosque está en silencio, no hay tormentas, no hay granizo, no hay lamento; no hay viento que madure ese fruto y le haga caer en el cesto del vivir maduro, como fresa jugosa de abril, que no come, no tiene hambre, sino que cae al cesto para ser comida por otros; sin preguntas, sin deudas, únicamente para cumplir con su jugoso destino: el de la boca del hambriento.
9 ene 2009
EPILOGOS SIN RECUERDO
Frutas protegidas del aire, regadas a diario, cuidadas con esmero: ven que no darán más fruto que lo que llevan dentro; notan que, al mirar a su alrededor, el bosque está en silencio, no hay tormentas, no hay granizo, no hay lamento; no hay viento que madure ese fruto y le haga caer en el cesto del vivir maduro, como fresa jugosa de abril, que no come, no tiene hambre, sino que cae al cesto para ser comida por otros; sin preguntas, sin deudas, únicamente para cumplir con su jugoso destino: el de la boca del hambriento.
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