22 jun 2009
RAQUEL NOGUÉS: "COMER ES UNA GRAN VÁLVULA DE ESCAPE"
A su consultorio, en el Centro Médico Teknon, llegan personas con un exceso de 40 kilos o más, casos difíciles que, por eso, no admiten dietas radicales. Trabaja con realismo.
–¿Está superada la moda de estar extremadamente delgados?
--Ha cambiado. A mí me siguen pidiendo dietas para perder peso, pero ya no está de moda estar muy delgado. Las actrices de moda tienen de todo y bastante, las mires de frente o de perfil. Desde Catherine Zeta-Jones hasta Scarlett Johansson o Penélope Cruz. Y ellas son modelos que marcan tendencia. Pero una cosa es que sobren unos kilos y, otra, la necesidad de perder mucho peso por motivos de salud. Por obesidad.
–¿Qué debería hacer un obeso?
--Lo contrario de lo que suele hacer:
no someterse a pérdidas de peso rápidas, porque no las podrá mantener. Esas personas necesitan verdaderos cambios en la forma de alimentarse, y asumir que la tendencia a engordar la tendrán toda la vida. Yo doy pautas para frenar esa tendencia y mantenerla a raya.
–¿Cuál es su modelo de dieta?
--La que contiene todos los alimentos. Todos, aunque repartidos en varios días. No podemos hacer dietas ideales de un día, porque no se puede comer en 24 horas todo lo conveniente. Mis dietas llevan carne, pescado, legumbres, pasta, arroz... La única condición es que no se puede comer de todo siempre que apetece y en la cantidad que queremos.
–¿Habla de combinar los alimentos de forma distinta a la habitual?
–No. Hablo de no comer cada día alimentos que en porciones muy pequeñas concentran mucha energía.
Por ejemplo, las patatas fritas. No están prohibidas, y tampoco los huevos fritos, pero no podremos cenar cada día huevos y patatas fritas.
–Eso no sería una dieta disociada.
–No. La dieta disociada no permite mezclar ciertos alimentos en una misma comida. Por ejemplo, si tomas un plato de arroz –hidratos de carbono– no puedes comer, de segundo plato, carne o pescado. Esa separación, llevada al extremo, hace adelgazar, porque quien la sigue, en la práctica, lo que hace es comer básicamente proteínas, eliminando verduras e hidratos. Adelgaza, pero es una dieta desequilibrada.
–¿Y si no se lleva al extremo?
–Entonces, hasta cierto punto, una dieta disociada no está mal. Nuestras abuelas ya aplicaban ese estilo alimenticio: el día que había paella en casa era plato único, acompañado de una ensalada de lechuga. Cuando yo diseño una dieta de esas que llevan de todo siempre digo: «El día que coma pasta, no tome carne de segundo plato, sino ensalada».
–Se trata de separar, no de evitar.
–Claro. Si comes proteína por medio de un plato de legumbres o arroz, no necesitas volver a comer proteína después. Pero, si eso te lleva a comer dos bistecs y tres espárragos a mediodía, ya no estoy de acuerdo.
–¿Cuál es el principio científico que explica que esa dieta no engorde?
–No se sustenta en ningún principio científico. Simplemente, si comes un plato de arroz y después un cuarto de pollo, te alimentas más y engordas. Y si comes la mitad, adelgazas. Pero, insisto, en la práctica, quien sigue una dieta disociada no come arroz a mediodía y pescado por la noche, que sería lo adecuado, sino que evita los hidratos y toma proteína a todas horas.
–¿Cuál es su filosofía dietética?
–La de ir cambiando de alimentos sin prohibir ninguno. Si a un señor le apasiona el queso, no se lo puedes prohibir, porque, tarde o temprano, comerá queso. Le debes proponer que lo tome solo el domingo. Cosas lógicas. No es una filosofía mía, es un consejo universal.
–¿Triunfa su mensaje?
–Muy poco. No tenemos ninguna capacidad de convicción. Los anuncios de dietas extremas que ponen en peligro la salud tienen mucho más éxito que los nuestros. Ahora, por ejemplo, existe una dieta que está siguiendo media Barcelona, que consiste en comprar unos sobrecitos de proteínas que se han de tomar con minúsculas porciones de verdura. ¿Qué consiguen? Se pierde mucho peso en las primeras semanas.
–¿Y en las siguientes?
–El exceso de proteína provoca un aumento de acetona y ese desequilibrio, que se percibe en el aliento, quita el hambre. La pérdida de peso puede ser brutal el primer mes --de hasta 10 kilos– y, encima, no tienen hambre. Si se mantiene, esa alteración química es muy dañina, sobre todo si quien sigue la dieta es obeso y cardiópata. Y, además, no cambia los hábitos alimentarios.
–¿Su dieta, sí?
–Sí. Pero, haciendo lo que yo digo, tal vez perderán 12 kilos en un año, no en un mes. ¡Y es fantástico! Porque están aprendiendo a alimentarse bien. Pero eso no tiene atractivo.
–¿Qué función psíquica cumple la alimentación?
–¡Total! Nuestra sociedad todo lo celebra en la mesa, ya sea un negocio o una boda. Comer es una gran válvula de escape cuando estás nervioso. La persona tranquila lo tiene más fácil para comer con equilibrio.
/elperiodico.com
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