29 jun 2010

El riesgo de la «dieta permanente»

Pocas mujeres por no decir ninguna, se han librado en algún momento de su vida de hacer dieta. Si reducir algún kilo de cara a épocas puntuales como sucede con el verano resulta habitual y no tiene por qué entrañar ningún peligro, el problema surge cuando la obsesión por la báscula lleva a no dejar de hacer régimen y a vivir permenentemente a dieta. Esta situación tan cotidiana se ha añadido ya a la lista de trastornos alimentarios y ha alcanzado la categoría de dietante crónico. Para Javier Quintero, jefe de Psiquiatría del Hospital Infanta Leonor de Madrid, «en general son personas con un ligero sobrepeso o peso normal, pero con tendencia al sobrepeso, que han mantenido unos hábitos alimentarios inadecuados durante años y que, además, mantienen una preocupación de fondo por la figura y el peso lo que les lleva a estar durante largo periodos de su vida empezando y abandonando dietas, en busca de un objetivo ponderal que consiguen con dificultad, pero que rara vez son capaces de mantener».

Las cifras son alarmantes. Tan sólo en nuestro país, «entre el 25 y 30 por ciento de la población padecen este trastorno y, entre las jóvenes universitarias las cifras rondan el 50 por ciento. Además, ahora también estamos tratando a niñas de entre 9 y 11 años y a mujeres de a partir de 40», advierte Carmen Valle, fundadora del Programa de Prevención y Detección Temprana de los Trastornos de la Conducta Alimentaria del Instituto Centta y de la Unidad de trastornos alimenticios de Novoclinic. Una de las contradicciones del dietante crónico reside en que no suelen ser capaces de seguir esta conducta todos los días de la semana. De hecho, lo normal es que la dieta la hagan de lunes a jueves y el fin de semana no sólo se lo salten sino que, además, ingieran grandes cantidades de comida.

Doble juego


Según el doctor Gustavo Faus Boronat, director asistencial del Instituto de Trastornos Alimentarios (ITA), «más que una regularidad semanal, suelen seguir una evolución fluctuante, en la que se alternan periodos de dieta con otros de ingesta descontrolada de alimentos. Esta situación se produce por un fenómeno bien conocido que consiste en que cualquier persona sometida a una situación de ayuno o restricción de alimentos experimenta la necesidad de ingerir alimentos en cantidades superiores a lo que se considera normal, llegando a perder el control sobre la ingesta. Obviamente, esta conducta conducirá a un incremento de peso o recuperación del que había perdido, siendo el inicio del problema». El hecho de «perder el control» los fines de semana se explica, según Valle, «en un doble juego porque entre semana es más fácil por el ritmo diario hacer dieta, mientras que de viernes a domingo se la saltan y así evitan que los que están a su alrededor se preocupen. Esto no quiere decir que se descuiden, sino que lo tienen todo perfectamente calculado».

Es precisamente ahí, en esa obsesión por tenerlo todo controlado lo que lleva al dietante crónico a ser un gran conocedor, muchas veces erróneo, del mundo de la nutrición. «Suelen informarse a través de internet y, aunque sí es cierto que poseen un conocimiento exhaustivo de cuántas calorías tienen los alimentos y cuánto ejercicio deben hacer para quemarlas, también están llenos de muchas creencias equivocadas como, por ejemplo, la combinación de alimentos que, en muchas ocasiones, lleva a nutrirse mal», advierte Valle.  Asimismo, no es de extrañar, según Quintero, «que los pacientes con algún desorden alimentario sepan mucho de nutrición, lo que no quiere decir que ese perfil sea necesariamente patológico porque en el caso de estas personas tienden a compensar los malos y poco saludables hábitos con productos light o dietéticos que de nada sirven si no son constantes».

Refugio emocional


Si la sociedad actual y sus consiguientes cánones de belleza establecidos pueden convertirse en el mejor caldo de cultivo para fomentar a los dietantes crónicos, no hay que pasar por alto que detrás de todo también se encuentran factores emocionales que incrementan el riesgo de padecer este trastorno. «Resulta habitual que la alimentación sirva como vía de escape a los problemas que puede haber detrás. Las personas, en mayor o en menor medida, nos alimentamos siguiendo un poco al estómago y mucho a las emociones y a los sentimientos», sostiene Valle. Esta misma idea la comparte Faus quien añade que «muchas veces la conducta está muy ligada al hecho de que cuando la persona se encuentra baja o emocionalmente insatisfecha, ve en la dieta la forma de encontrar la solución de sus problemas. Les da la sensación de que ejercen un control sobre la alimentación cuando ese dominio les falta en otros aspectos de su vida. En otras ocasiones son determinados cambios importantes de la vida (laborales, sentimentales, académicos…) los que pueden desencadenar o agravar conductas de este tipo». Debido a que los cánones de belleza actuales han conseguido calar entre la población masculina, «cada vez son más los hombres que también son dietantes crónicos», afirma Valle.

Al igual que sucede con la mayoría de los trastornos alimentarios, resulta muy difícil para los especialistas cogerlo a tiempo. «Se puede curar, pero no es fácil», advierte Valle. De hecho, extender esta conducta en el tiempo implica, según Faus, «un riesgo más elevado de padecer otro tipo de trastornos como anorexia, bulimia o trastorno por atracón. Asimismo, se pueden dar complicaciones médicas propias de las dietas estrictas y problemas nutricionales, además de situaciones depresivas y de ansiedad». Pero, a diferencia de la bulimia, Quintero sostiene que «no se acompañan de conductas purgativas» A la hora de solucionar este problema, Faus recomienda «en primer lugar, abordar los conflictos emocionales que subyacen y, después, cambiar los pensamientos erróneos sobre la alimentación, es decir, afrontar el problema más allá del cuerpo o de la imagen y centrar los objetivos en mejorar la autoestima. Todo ello, por supuesto, acompañado de un correcto asesoramiento dietético que permita cambiar pensamientos erróneos sobre la alimentación y adquirir hábitos de vida saludables».

larazon

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