Los postres y dulces más navideños pierden su carácter tradicional con el riesgo de desequilibrar la dieta antes de tiempo
El consumo excesivo de polvorones, turrones, mazapanes y demás dulces navideños desde la primera semana de noviembre podría tener una repercusión algo más que ligera en la dieta diaria y en el peso. La afición tan anticipada por los dulces puede alterar igualmente parámetros bioquímicos relativos a enfermedades crónicas como la diabetes, la hipercolesterolemia y la hipertrigliceridemia.
- Imagen: Lu -
Adelantar la Navidad en la mesa casi dos meses viene siendo lo habitual en los últimos años, por eso la sorpresa es cada menor cuando a la vuelta de las vacaciones de verano observamos en muchos escaparates de panaderías y establecimientos especializados turrones y mazapanes. Sin embargo, conviene aplicar el sentido común al consumo de estos manjares de temporada, de los que hay que disfrutar con moderación por su alto contenido de calorías, grasas y azúcares.
El impulso y la tentación
El problema no es un alimento ni un plato concreto sino un consumo desproporcionado de una serie de productos a la vez durante un tiempo prolongado
La compra anticipada y previsora de los productos típicos navideños no debería ser una excusa para el consumo exagerado de dulces navideños. "Cada cosa a su tiempo", reza este dicho de nuestra sabiduría popular, que adquiere todo un sentido a la hora de plantearse las costumbres alimentarias en el último tramo del año. En noviembre se puede y se debe ir preparando la despensa y, por qué no, también consumir algunos productos tradicionales que tanto gustan y que es difícil encontrar en otras temporadas.
Hay que tener en cuenta que el ambiente festivo y navideño es una gran tentación para probar y degustar los bocados que, curiosamente, son los más calóricos de nuestra dieta. En el Departamento de Psicología Experimental, de la Maastrich University, de Holanda, se han planteado la duda de si la impulsividad hace a las personas que la sufren más vulnerables a la tentación alimenticia en un ambiente "obesogénico", término con el que ellos mismos describen precisamente el ambiente occidental en el que vivimos.
Los propios investigadores plantean que hay mucho trabajo por hacer para averiguar hasta qué punto el problema de que se coma más, peor y, como consecuencia, se produzca un exceso de peso, sea debido a la tentación o la propia impulsividad individual. No obstante, es notorio que llega a ser una tarea ardua el resistirse a abrir el envoltorio de la cesta de Navidad, regalo habitual de la empresa, o el paquete de productos delicatessen de parte de los amigos, además de lo difícil que resulta decir ?no? a las sorpresas gastronómicas para celebrar las fiestas con los compañeros en el lugar de trabajo.
Dulce navidad
Ya lo dice el villancico y también la tradición: la Navidad siempre fue dulce. De hecho, los Paneles de Consumo del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino se hacen eco de la escalada ascendente que tienen cada año los productos tradicionales de esta época del año. La miel, la almendra y el azúcar son los ingredientes estrella que, combinados de diferentes modos, acaban dando lugar a piezas únicas dentro de la artesanía gastronómica de nuestro país, como son turrones, guirlaches, polvorones y mazapanes. A la mezcla se pueden adicionar otros elementos (clara y yema de huevo, frutos secos, pastas de frutas, chocolate, cacao, café, leche, nata, harinas, mermeladas, cereales hinchados, licores, gelatina, coco, entre muchos otros), además de agua y aditivos autorizados que acaban determinado el valor energético y nutritivo de estos manjares.
A pesar de su elevado contenido en grasa, la mayor proporción la constituyen los ácidos grasos insaturados (grasa buena), que son abundantes en los frutos secos (almendras principalmente) empleados en su elaboración. No obstante, son ricos en calorías y es importante consumirlos con moderación, sobre todo en caso de seguir dietas de control de peso, de grasa o de azúcares.
El problema de la gastronomía navideña anticipada no lo constituye un alimento ni un plato en concreto, sino un consumo desproporcionado de toda una serie de productos a la vez y durante un tiempo prolongado. Por ejemplo, una porción de turrón de unos 25 gramos contiene alrededor de 130 kilocalorías, que si se añaden diariamente a la dieta, en una semana, se convierten en casi mil kilocalorías que, a su vez, se pueden convertir en 200 gramos de grasa en caso de que se acumulen. Transcurrido un mes, el capricho diario puede suponer casi un kilo de peso.
Espumosos, mariscos, frutas y setas
Las bebidas alcohólicas muestran una clara tendencia al alza con respecto al resto de meses del año. Según el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, en el año 2007 se incrementó la compra de vinos espumosos en un 34% respecto al mes de diciembre del año anterior. El cava brut nature es una de las bebidas típicas navideñas menos calóricas, ya que no posee azúcares añadidos. Aún así, una sola copa (100 ml) contiene unas 80 kilocalorías, que si se suman a una segura segunda copa y a algún dulce en la misma ingesta, el pequeño dispendio gastronómico, de repetirse durante las semanas de fiestas, podría provocar un acumulo de grasa innecesaria.
También aumentó el consumo de la carne de cordero, el marisco, e incluso las frutas (en particular las exóticas como el mango o la papaya) y las setas. Todos estos alimentos suelen experimentar una destacada presencia en las despensas los días previos a las fiestas navideñas, que comienza a contar como tal, al menos veinticinco días antes de la fecha señalada.(Ver mas)
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