Los problemas de salud asociados a su condición genética como el exceso de peso, la hipotonía muscular o las molestias digestivas se agravan si se descuida su nutrición
- Imagen: Wytze Alers -
Los resultados de algunos estudios permiten estimar que un elevado porcentaje de personas con distintos tipos de discapacidad (parálisis cerebral, distrofia muscular, síndrome de Down, autismo o síndrome de Prader-Willi, entre otros) se encuentran en situación de riesgo nutricional. Estas personas corren el riesgo de presentar trastornos asociados a su condición que se pueden agravar si se descuida su alimentación y nutrición, como es el caso de sobrepeso y obesidad, distrofia muscular, anemia, intolerancia alimentaria, estreñimiento o molestias gastrointestinales.
Algunos de los problemas y síntomas derivan de la particular fisiología asociada al trastorno. Por ejemplo, los problemas dentales habituales en niños con síndrome de Down -falta de piezas dentales, distribución anormal de los dientes o hipotonía mandibular- les dificulta la masticación. Esta mala masticación deriva en trastornos digestivos como flatulencia y estreñimiento, relativamente habitual en estos casos.
Circulo vicioso: sobrepeso y atrofia muscular
Los niños con síndrome de Down tienen una mayor predisposición al exceso de peso, especialmente entre los adolescentes y adultos
En los niños con síndrome de Down el crecimiento sucede de manera diferente. Se caracteriza por un inicio más temprano y acelerado pero que en los años siguientes se acompaña de una reducción de la velocidad de desarrollo, lo que conduce a una estatura más corta que la población general. Por la propia naturaleza de la anomalía genética, existe una mayor predisposición al exceso de peso, especialmente entre los adolescentes y adultos. A su vez, la menor estatura se relaciona también con la ganancia de peso ya que se reducen las necesidades energéticas del individuo.
Por otra parte, el exceso de peso puede estar acelerado por el hipotiroidismo, enfermedad con una incidencia mayor en este colectivo. Y el exceso de peso es en sí mismo un factor agravante de otras condiciones o malformaciones que afectan mayormente a estas personas, como las enfermedades del corazón y la hipotonía muscular.
Por ello, es esencial la educación alimentaria en la prevención de la obesidad desde la infancia. Conviene hacer especial hincapié en una alimentación sana aunque no se observe exceso de peso en el niño, ya que la acumulación de grasa suele ser más marcada a partir de la pubertad y durante la adolescencia. Los padres tienen que entender un hecho demostrado: la obesidad infantil que no se corrige a tiempo va a condicionar la presencia de obesidad en la edad adulta.
Por otra parte, para frenar o retrasar la hipotonía muscular conviene fomentar el ejercicio físico y asegurar un aporte adecuado de alimentos proteicos (carnes, pescados, huevos, lácteos, legumbres y frutos secos). Estos alimentos concentran proteínas, nutrientes esenciales para el crecimiento y regeneración muscular y para el crecimiento físico.
Dificultad para masticar y tragar
Madres y padres se quejan con frecuencia de las dificultades que tienen para dar de comer alimentos sólidos a sus pequeños. En los niños con síndrome de Down, por lo general, se retrasa la edad de inicio de la alimentación normal, y durante los tres, cuatro o cinco primeros años, los niños siguen demandando básicamente todo en puré y alimentos chafados.
Estos problemas son consecuencia de que no desarrollan toda la dentición o ésta se completa años más tarde. Mientras que en condiciones normales la dentadura de leche suele completarse hacia los 24-30 meses, en niños con Down puede que no salgan todos los dientes hasta los 4 o 5 años. A esto se suma que la dentición puede estar descompensada porque les salen antes los molares que los incisivos. Asimismo, es característica su boca pequeña y su lengua grande, y tienen hipotonía mandibular, es decir, menor tono muscular.
Todas estas particularidades juntas les dificultan enormemente la masticación de los alimentos y la deglución normal. Sin embargo, y a pesar de estas dificultades, conviene insistir en el cambio de textura de los alimentos para trabajar la hipotonía mandibular y los músculos de la boca se acostumbren al esfuerzo. El ritmo de adaptación a las texturas será el mismo que se sigue con los otros niños, sólo que más lento.
Primero se darán purés suaves pasados por la batidora, después texturas más ordinarias al pasar los alimentos por el pasapurés y no por la batidora. En cuanto sea posible, se ofrecerán los alimentos escachados pero no hechos puré y, finalmente, y aunque el niño no tenga todos los dientes, se presentarán en trozos sólidos. Esto le ayudará a ganar autonomía y fuerza al mover el alimento por la boca y colocarlo en los dientes para poder masticar. No obstante, al inicio de la alimentación sólida, no es conveniente ofrecer a estos niños alimentos con doble textura simultánea, como puede ser una sopa con fideos o unos cereales mezclados con leche, ya que aumenta el riesgo de atragantamiento.
ADEMÁS, PROBLEMAS DIGESTIVOS
La mala masticación y el poco tiempo que retienen en la boca los alimentos, sobre todo si estos son ricos en almidón (pan, pasta, arroz o legumbres), conlleva casi irremediablemente una mala digestión o que ésta se empeore. La explicación a todo ello es fisiológica. La digestión de los carbohidratos comienza en la boca al mezclarse el alimento con la enzima amilasa salivar, encargada de desintegrar parcialmente el almidón.
Así, los alimentos que no se mastican bien llegan sin predigerirse al intestino. Allí los carbohidratos son fermentados, lo que explica los gases, la flatulencia y las molestias digestivas que afectan a muchas personas con síndrome de Down. Por tanto, un buen hábito es acostumbrar a los niños desde pequeños a masticar bien, a comer despacio y a retener un tiempo el alimento en la boca, dándole vueltas hasta que se mezcle bien con la saliva.(Fundación Eroski)
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