La freidora eléctrica ha ido ganando un importante lugar en las cocinas de hoy. Quienes ya cuentan con su propia freidora, difícilmente imaginan lo que era cocinar papas fritas, papas chips, aros de cebolla, nuggets de pollo o pescado frito antes de la llegada de este práctico aparato.
Se trate de freidoras básicas o de modelos más sofisticadas, son diversas las razones que han ido abriéndoles paso en los hogares, entre otras: permiten ahorro de aceite, ayudan a disminuir la cantidad de utensilios a limpiar después de cocinar, trabajan con rapidez y ofrecen la posibilidad de freír sin llenar la casa de humos y olores.
Desde el punto de vista de la salud, el termostato que incluye la mayoría de estos aparatos permite regular la temperatura del aceite, impidiendo su sobrecalentamiento y rápida degradación. Por otro lado, el alimento se cubre de aceite en forma pareja y la temperatura en su interior no supera la del vapor originado dentro de la costra que lo envuelve. Además, las grasas de fritura producen menos oxidación. Desde el punto de vista práctico, el canastillo desmontable permite escurrir fácilmente el exceso de aceite de los alimentos.
Cuando vaya a usar su freidora tome en cuenta que no es conveniente freír a menos de 150ºC ni a más de 190ºC y que debe verter los alimentos solo en el momento preciso en que el aceite alcanzó la temperatura seleccionada (que es cuando se enciende el bombillito rojo)
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